Qué
muerto está el suelo, qué petrificadas sus venas
y tú
sigues caminando sin descanso sobre el resquicio del atardecer,
para
jugar a ver y a creer.
Alzo
mis vuelos y mis sombras,
no
hay nadie que me bese como lo hace mi suerte.
No
te alarmes cuando sepas
que
el precipicio ya juega frente a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario