Una mañana me quedé, en cierto grado, petrificado. Algo así como
abstraído por el silencio y la tranquilidad con que exhalaba el suave viento,
por cómo éste acariciaba las palmeras y se mecía desde el mar.
La blanca e inconfundible arquitectura de la isla me enseñó una
pureza luminosa capaz de deslumbrarme y medité que quizás todo aquello lo aprendió de las mujeres ibicencas, vestidas de igual forma.
Miré al mar una vez más y por fin me
decidí. Cogí mis lápices de colores y comencé a inmortalizar ese momento.
"Mañana ibicenca", (2013)
Técnica a lápiz
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