viernes, 11 de diciembre de 2015

DELFINES

La escritura, como arte que es, requiere voluntad comunicativa.  Con ella las ideas se lanzan con forma de palabras y ponen de manifiesto desde qué perspectiva se contempla el mundo. Todos sabemos que un libro también refleja cómo es el autor y su forma de entender la vida.


Cuando leí “El baile de los delfines” reflexioné mucho tiempo. Pensaba cómo la autora, Julia Villares Anllo, había lanzado sus palabras. Eran retales de la vida de una madre pintora junto a su hija enferma, una historia con mucho sentimiento que comunica un mensaje muy sabio: la necesidad de asimilar y superar los malos momentos que nos puede dar la vida hasta que una sonrisa tenga la última palabra.

"El beso del fin"
Acrílico sobre cartón 52x37
En esta lectura encontré muchos detalles preciosos, como el amor y el respeto a la familia, a la música y a la pintura, y también la esperanza en el futuro. Todo lo que  esboza a la perfección una sensibilidad muy honda. Pero, sobre todo, descubrí la cumbre de sus paisajes, durísimos detalles que nos plantea el temor a una enfermedad desconocida y rara, del tipo “no sé qué pasará mañana”, y el sufrimiento ante esos y otros momentos amargos e  insostenibles que se deben afrontar.


Muchos sentimientos afloran al leer este libro. Y me gustaría decir cuál fue para mí uno de los más emotivos y que me ubicó a las puertas del corazón de esta novela: el instante donde nos narra el por qué de un título tan profundo como elegante, “El baile de los delfines”.

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