domingo, 29 de noviembre de 2015

MUJER ADMIRABLE

Hace ahora doscientos años, en 1815, tuvo que marchar de su casa la pintora y retratista Louise Elisabeth Vigée ante el conflicto bélico entre franceses y prusianos. Ella se trasladó a París, tenía sesenta años y disponía en su haber una gran cantidad de vivencias que halló en su mundo profesional dedicado al arte de la pintura.

De joven trabajó para la corte real francesa, huyó de la revolución francesa, viajó y residió en Italia, Austria, los Países Bajos, Rusia, Inglaterra… Conoció a reyes y reinas, a miembros de la nobleza, a intelectuales, banqueros y cardenales… Y aún así, ya desde que hubo tomado los pinceles siendo una niña, hasta ese momento se mantuvo fiel a su forma de ser y de pintar, inmersa en una dignidad humilde y natural, Era prudente y cuidadosa, amable y minuciosa, dulce y exquisita, segura y elegante. Y además, al ver sus autorretratos, descubrimos que también era muy guapa.

Tras de sí iba quedando su obra magistral, sus bellos cuadros, uno a uno, llenos de idealismo, de encanto, de colores claros y suaves, de refinamiento. Luisa Vigé continuó dibujando y pintando, en París. Vivió más de ochenta años y terminó publicando sus memorias. En ellas da detalle de momentos preciosos y duros de su vida, desde el amor hacia su hija, hasta la decepción por su marido o la negativa de los miembros de la Academia Real de Pintura para aceptarla. Sobrevoló con su talento aquella fascinante época del siglo XVIII, entre el neoclásico y el romanticismo.


Y hoy, como he comentado al principio, doscientos años después de aquellos días, tenemos la gran suerte, la gran oportunidad de ir a ver en vivo gran parte de su trabajo que se expondrá en el Grand Paláis de París, hasta el próximo 11 de enero de 2016.

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