Sé muy bien que tengo en ti por cuerpo tierra mojada.
Tu liviano atardecer sigue empeñado
en sorprender
al eco triste de mi ser con la
humedad de tus sombras.
Ahogó tus hojas el viento
como un embrujo incierto.
Tu vereda es otoñal, languidece sin
más
endulzando los aromas.
Fresnos y olmos temblarán los alisos callarán
al son de mis lamentos.
Nuestra vida es un bosque.
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