Quizás
ahora sea el mar
quien
distraiga vuestros ojos
confundiendo
espuma y sal.
Quizás
sea el viento de jaloque
quien
embista a las olas de golpes muy cortos y
arrastre
con ello un vapor salobre
acariciando
los sauces y las cañas del río,
burlados
los pinos del arenal,
para
alcanzar vuestra juventud dormida entre frutales y cultivos;
en
los campos olvidados de
San
Adrián de Besós.